Tres anuncios en las afueras.

Tres anuncios en las afueras.
Parece una película de los hermanos Coen, pero no, no lo es. El humor no es el mismo. Lo que en las películas
de los Coen fluye natural y no chirría aquí parece escrito (los diálogos) y puesto en imágenes para decir: mira lo bueno que soy haciendo películas. Además, hay algunos personajes y situaciones poco creíbles. Dicho esto, la película es estupenda y no imita. Una durísima historia de asesinato y violencia en la que McDormand, la protagonista, Sam Rockwell, un agente de policía inepto, y Woody Harrelson, un sheriff, están brillantes. Sigo sin saber si es drama rural, thriller, comedia negra o qué. A veces llaman a este “genero” dramedia. Diría que es un western protagonizado por una mujer. Como prueba de que es un western me remito al “duelo”, que lo es, entre McDormand y Harrelson con el que comienza la película y su clímax en el interrogatorio. Es brillante. Brillantes son los giros de guion, esperas resoluciones violentas, truculentas y sus desenlaces son morales. Brillante es como avanza la historia, brillante es no saber si lo que creemos que es real lo es o no es más que una suposición, una historia que nos contamos. Brillante es que el malo, el villano no sea malo ni villano. Brillante es que todo esté lleno de grises, de matices. Brillante es que no haya blancos ni negros. Brillante es que tres cartas (que casi mejor será llamar a la película “tres cartas”) marquen la historia y nos muestren que nada es lo que parece, que nada suele ser lo que suponemos y que nadie es tan malo o tan bueno y que el egoísmo y el odio no son los mejores guías. ¡Ah! Los tres anuncios no son más que un macguffin y vaya final…que final…


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