MARTE (THE MARTIAN)

Llevo cuatro o cinco visionados de esta película y no me cansa. Cada vez que la pongo, descubro que sigo pegado a la pantalla como un adolescente viendo su primera película de aventuras. Y mira qué he visto películas en mi vida. Pero Ridley Scott, ese hijo de puta con talento que a veces nos regala basura pretenciosa y otras nos recuerda por qué es uno de los grandes, ha hecho con 'Marte (The Martian)' una de sus mejores películas. Y eso, viniendo de quien nos dio 'Alien' y 'Blade Runner', ya es decir mucho. Muchísimo.

La historia es sencilla, directa como un puñetazo: Matt Damon se queda tirado en Marte, solo, abandonado, jodido. Y tiene que sobrevivir o palmarse. Punto. No hay aliens que te persigan por los pasillos, no hay replicantes existencialistas preguntándose si los androides sueñan con ovejas eléctricas, no hay la mierda trascendental de 'Prometheus' que te hacía preguntarte si Ridley se había fumado algo raro. Aquí hay un tío plantando patatas en un planeta hostil mientras la NASA se devana los sesos para no dejarle morir. Y funciona. Joder si funciona.

Matt Damon está soberbio. No hace el héroe hollywoodiense de manual, hace a un tipo normal con una cabeza privilegiada y un sentido del humor que le salva de volverse loco. Le ves sufrir, le ves cagarla, le ves improvisar soluciones científicas con la elegancia de un MacGyver del espacio, y te lo crees. Te lo crees todo. Porque Damon es de esos actores —como pocos quedan ya— que cuando actúan no ves la actuación, ves a una persona. Y eso es un regalo.

El reparto secundario no se queda atrás. Jessica Chastain, Chiwetel Ejiofor, Jeff Daniels, Sean Bean... Todos cumplen, todos están a la altura. No hay un solo momento en el que pienses "este personaje sobra" o "este diálogo es de cartón piedra". El guion de Drew Goddard —que viene de la novela de Andy Weir, un ingeniero que sabía de lo que escribía— es inteligente sin ser pedante, es técnico sin ser aburrido, es emocionante sin ser manipulador. Y eso, amigos, en Hollywood es casi un milagro.

Lo que me fascina de esta película es que todo lo que sucede puede pasar. No es ciencia ficción de la que inventa chorradas imposibles para salir del paso. Aquí la NASA asesoró, científicos e ingenieros supervisaron cada detalle y se nota. Cuando Watney cultiva papas con su propia mierda y agua fabricada quemando hidrazina, no es un truco de guion, es química real. Cuando calculan trayectorias orbitales para el rescate, no es palabrería pseudocientífica, es física aplicada. Y ese rigor, lejos de enfriar la emoción, la multiplica. Porque sabes que esto podría pasar mañana, que un tipo podría quedarse abandonado en Marte y tendríamos que rescatarle. Y eso te pone la piel de gallina.

Ridley Scott dirige con una contención inusual en él. No se recrea en planos narcisistas, no busca el efectismo gratuito, no te mete simbología pretenciosa hasta en la sopa. Aquí se limita —y nunca mejor dicho lo de "limitarse"— a contar una historia con ritmo, con claridad, con emoción. Las escenas en Marte son hipnóticas, ese paisaje rojo y desolado filmado en Wadi Rum (Jordania) tiene una belleza árida y terrible que te encoge el estómago. Y las escenas en la Tierra, con toda esa gente movilizándose para salvar a un hombre, te reconcilian con la especie humana. Algo que últimamente cuesta bastante.

La película dura dos horas y veinte minutos y se pasa volando. No hay un minuto de relleno, no hay escenas prescindibles. Scott y Goddard han encontrado el equilibrio perfecto entre la soledad marciana de Watney y el frenesí terrestre de la NASA, entre la ciencia dura y el drama humano, entre el suspense y el humor. Porque esta película tiene humor. Mucho. Un humor inteligente que nace del personaje, no de chistes fáciles metidos con calzador.

He visto esta película en momentos distintos de mi vida —bueno, de los últimos años, que tampoco soy inmortal— y siempre me ha emocionado igual. Me emociona ver a un tipo negarse a morir, me emociona ver a miles de personas trabajando para salvar a uno solo, me emociona esa fe en la ciencia y en el ingenio humano que tanto necesitamos en estos tiempos de negacionismo imbécil y terraplanistas de pacotilla.

'El Marciano' es cine con mayúsculas. Cine que te entretiene, que te hace pensar, que te emociona, que te deja con una sonrisa y con ganas de creer que todavía somos capaces de hacer cosas grandes. Y eso, viniendo de alguien que ha visto demasiadas películas malas y ha perdido la fe en Hollywood hace años, es el mayor elogio que puedo hacer.

Ridley Scott ha hecho aquí una de sus cinco mejores películas. Punto. Y Matt Damon se merece todos los premios que le dieron y los que no le dieron. Vedla. Vedla ahora. Vedla cinco veces. No os cansaréis. Yo no me he cansado.

★★★★☆ (4 de 5 estrellas, y las cinco si no fuera porque soy tacaño con la perfección)

 

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